domingo, 15 de diciembre de 2013

Sucede.

Sucede que me canso de mis pies y mis uñas, y mi pelo y mi sombra. Sucede que me canso de ser hombre (Pablo Neruda).

Sucede que me canso de los lunes y de los fines de semana, bueno y ya que estamos, de los martes, los miércoles y los jueves. Me ahoga la rutina. Me canso de trabajar y de estudiar, de la maldita FCom y sus putos cafés de catergest, de los profesores inútiles y las clases improductivas. Me canso de los insufribles Amarillos, y del C1 y del C2. Me canso de la Nacional Cuarta, del Quinto Centenario, de la avenida Américo Vespucio. Me canso de fumar, de la música, de los libros y del cine. ME CANSA EL PUEBLO. Me canso de los cafés del Muapelo y de las tardes de biblioteca. Me canso de la fotografía, de mi cámara, del vídeo. Me cansan las noches y Telecinco. Me cansa estar buscando algo que no voy a encontrar. Me cansan los ascensores y sus silencios incómodos. Me cansa el otoño, el invierno, el verano y la primavera. Ocurre que me canso de ser lo que no soy y de ser lo que soy. De seguir adelante, de no parar, de no abandonar. Pero también me canso de huir y de echar a correr cuando siento pánico.
Sucede que me canso de escribir esto. Me canso yo mismo. Me cansa la búsqueda constante de un cambio y no cambiar, quizás por estar cansado.


Me canso, en definitiva, de existir, esto es, de ir muriendo. Lentamente, todos los días, un poco.

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